Es adictivo verla. Y es impresionante como su rostro se reinventa en cada fotografía, dependiendo del ángulo en que fue captada. Su mirada parece viva y evasiva ante el ojo admirador. El nombre de su autor es desconocido, pero su talento se eternizó en varias catedrales europeas y le valió el sobrenombre de Maestro de Naumburg. Es precisamente en Naumburg (Alemania) donde permanece la belleza de Uta y donde habitó en un lujoso castillo casi tres siglos antes de ser inmortalizada en piedra, junto a otros once donantes que contribuyeron para la construcción de la catedral local. Las doce estatuas son una hermosa excepción a la rigidez habitual en el arte medieval; la expresividad y el movimiento de sus cuerpos, la emoción en sus rostros y la perfección en sus detalles han provocado la impresión de que en realidad son almas convertidas en piedra. Y la admiración se concentra especialmente en la hermosa réplica de Uta.
En 1920 un fotógrafo destacó al bello rostro y desde entonces ha enamorado no sólo a los nazis que la eligieron el prototipo de la mujer aria, sino también a los críticos de arte que la elevan al nivel de Nefertiti, de la Venus de Boticelli y de la Gioconda de Da Vinci; a Walt Disney que se inspiró en ella para crear la fría y perfecta belleza de la madrastra de Blanca Nieves, y a Umberto Eco que asegura sería la mujer del arte con la que preferiría pasar la noche.
Les dejo una pequeña galería (cortesía de Google) con las diferentes miradas a (¿de?) la aristócrata medieval:
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